Nací en una clínica de barrio en Villa Ballester, una ciudad del conurbano bonaerense con una gran predominancia de inmigración alemana. La clínica no tenía muchos lujos ni comodidades. Aunque, eso sí, a mi mamá un día después de parir, y como era feriado, le ofrecieron asadito recién hecho. Lo estaban haciendo en el patio del fondo: "Argentina, no lo entenderías"... Es decir, crecí prácticamente bilingüe e influenciada por dos culturas - o más bien, por la cultura alemana y la argentina = a decir: una bomba de las culturas más diversas de este planeta, o sea, un lujazo), aunque identifico al alemán como mi lengua materna y al español como mi segunda lengua. Digamos que desde mi primera respiración en esta vida, inhalé una porción de alemanidad y otra de argentinidad.
Después seguí el camino obvio. Fui al jardín de infantes alemán, primaria y secundaria en un cole alemán. Club alemán (odiaba la exigencia asociada al deporte, ergo, odiaba todo lo relacionado a educación física y al club), coro de niños en la Coral Alemana de Villa Ballester. La Fábrica de embutidos (Aún existe. Vayan. Calidad garantizada) que en muchos casos abastecía con sus especialidades al Oktoberfest, Schlachtfest, Maifest, y todos los Fest habidos y por haber en Ballester y en otras localidades de Buenos Aires (los alemanes de zona sur: Temperley, Lanús - la rompían). Soy el cliché de los descendientes de alemanes en Argentina. Y para completar el cliché, terminé haciendo el Profesorado en el Lenguas Vivas y enseñando alemán 😝.
Mi tercer idioma fue el inglés. Mi historia con ese idioma es complicada. No tanto porque no me gustara, sino porque me traumaron las profesoras que tuve en el cole. Horror. Esas clases eran mi peor pesadilla. Me iba mal, no entendía, sacaba malas notas. Durante años creí que era mala para los idiomas, que no era inteligente, que era tonta. Hasta que un día en quinto año, apareció una nueva profe, que reemplazaba a la titular, porque esta se había enfermado. Y ahí mi historia con el inglés dio un vuelco. "La nueva" era una mina joven, con entusiasmo, pero sobre todo, con empatía. Tanto cambió mi relación con el idioma, ¡que hasta empecé a ir a clases de inglés fuera del cole! Dos veces por semana, dos horas cada tarde. Un montón. Yo tenía jornada completa y era muy exigente mi cole. Pero a mí me dieron ganas de ir al instituto de esta profe suplente.
Encontré un espacio ameno, tranquilo, protegido y seguro en el cual aprender. Un grupo pequeño de estudio. Veíamos pelis, hablábamos sobre temas interesantes. Cada uno tenía tiempo de pensar lo que quería decir. Creo que era un espacio donde nadie se sentía juzgado. A lo mejor ese fue el momento en el cual mi carrera docente empezó a delinearse o a definirse. A lo mejor en ese momento comencé a intuir, que si alguna vez me tocaba estar en el rol de docente, quería hacerlo como esa profe suplente.
Mi cuarto idioma fue el francés. Y, qué decir… ¡fue amor a primera vista! En el secundario había elegido la orientación en Ciencias Sociales, y ahí teníamos que aprender francés. Recuerdo que lo primero que escuchamos fue la frase “Le soleil est là” (la profe acercándose a la ventana y señalando hacia afuera). Lo decía todas las mañanas. A lo mejor era su forma subliminal de decirnos que “todo estará bien”, aunque a veces esté nublado o llueva. (?). Qué cursi, por favor... Tres años tuve. Aprendí mucho más francés en esos tres años que en el resto que ya llevaba aprendiendo inglés (Nota mental: la importancia del interés y de la motivación cuando aprendés algo es CLAVE, y de no tener un/a profe que te maltrate, y sí trabajar junto a una profe con quien hagan un buen equipo).
Egresé del cole y no practiqué más esos idiomas por muchos años. Pero siempre me quedó esa sensación de “quiero más con el francés”. Y además, me había quedado una asignatura pendiente: algunos de mis compañeros habían ido a rendir esos exámenes internacionales por sugerencia de la profe. Yo no lo había podido hacer, porque suelen ser costosos y en mi casa creo que no había la guita para pagarlo. Siempre me había quedado esa espina. Entonces, más adelante tuve la oportunidad de saldar esa deuda. Retomé el francés a los 33 años con una profe particular, a-m-o-r-o-s-a. Y le dije, “obviamente, quiero volver a practicar francés, pero lo que yo quiero es ir a rendir un examen, y quiero que sea pronto”. Así que, lo más pronto era el A1. Hacía 14 años que no lo estudiaba, ¡pero increíblemente tenía al idioma vivo dentro de mí como si nunca hubiera dejado de practicarlo! No recuerdo cuántas clases tomé - quizás unos dos meses de clase, dos veces por semana, una hora cada vez), pero en noviembre de 2011 estaba en la Alianza Francesa rindiendo el DELF 1. Ah, ¡qué satisfacción!
Al año siguiente me anoté en un curso en la Alianza. Cursaba los viernes a la noche. Era mi momento de felicidad, era la forma perfecta de cerrar la semana. Llegaba al viernes rota, arrastrándome, sin energía. Pero ni bien pasaba por la puerta del centro multimedia, iba resucitando de entre las cenizas como el Ave Fénix. Yo no sé si seguirá existiendo ese lugar. Había a disposición compus que se podían usar para ejercitar o para usar internet (antes no había internet en todas partes). Era un lugar de estudio, bah. Y justo al lado estaba la biblioteca. Yo llegaba a las 16 hs. La clase comenzaba a las 19 hs. Durante esas tres horas me sumergía en un mundo maravilloso. Eran tres horas para mí. Perfectas. Me olvidaba de todo. Del estrés, de los problemas, de las obligaciones, de las infelicidades. Aprovechaba para hacer la tarea, para repasar, para usar los ejercicios que había en esas compus. Así estuve todo el 2012. Y en noviembre del mismo año rendí el DELF 2. Ese había sido mi objetivo desde la adolescencia: rendir el nivel A2 de francés. Bueno, en su momento no pude. Después, sí.
Y, me quedaba EL tema pendiente: amigarme con el inglés. Retomé el estudio del idioma muuuuuchos años después, porque estaba empecinada en querer entender un podcast y que no tenía subtítulos (también lo encontrabas en Youtube). Entonces, tuve un objetivo concreto y medible: entender lo que decían en el podcast. En ese entonces le propuse a un alumno hacer un intercambio. Yo le daba clases de alemán, y él a mí de inglés. Fue una de las decisiones más acertadas de mi vida. Y no pude haber tenido un mejor profesor, porque gracias a él no sólo logré entender el podcast, sino más importante, amigarme con el idioma. En esta instancia, quiero agradecer infinitamente a mi profe P.C. por su amorosidad, paciencia, empatía y dedicación.
Y digo que fue una de las decisiones más acertadas, porque saber inglés indudablemente te abre mil puertas y te facilita otras mil cuestiones. Sea porque hay muchos libros traducidos a ese idioma, o porque hay infinitos podcasts interesantísimos sólo en ese idioma, o básicamente, cualquier cosa. Por ejemplo, actualmente puedo aprender noruego con Duolingo, porque sé inglés. En esa app específicamente sólo está disponible el aprendizaje de noruego para inglés-parlantes (me gusta inventar palabras). Si no lo supiese, alpiste perdiste. También asocio al idioma inglés a todo lo que tenga que ver con lo científico. Escucho muchos podcasts sobre temas de interés científico. En los últimos años estoy apasionada y obsesionada con los temas de neurociencias. Poder ser capaz de entender mucho de ese contenido ha tenido un gran impacto en mi vida y en mi salud integral, física y mental. Así que, nuevamente: GRACIAS, P.C.
El resto de los idiomas que fui incorporando tuvieron otro recorrido, y eso es para otro texto, pero puedo decir que mis primeros pasos en italiano los di junto a una amiga que también es profe (más que una amiga, es como mi otra mitad del cerebro - otra vez, es clave trabajar con un buen equipo). El italiano me pone en modo alegre. Y además, yo soy una persona tímida e introvertida por naturaleza. Pero el italiano me vuelve desfachatada. En italiano no tengo miedo a equivocarme, y me mando a hablar cual reina de los extrovertidos, sin importarme nada. A diferencia de otros idiomas, en el caso del italiano, me gusta escuchar (y aprender con) música. Sin embargo, la estrella se la lleva un podcast sobre mindfulness y filosofía, que escucho cada vez que hay un nuevo episodio (a lo mejor escucho un podcast sobre mindfulness para equilibrar con tanta desfachatez). Cada idioma significa algo diferente para mí. Yo creo que un poco nos convertimos en otra persona según en qué lengua hablemos. Hasta el tono de voz cambia.
El catalán es otra historia interesante pero que no viene al caso ahora. Lo que sí puedo decir, es que ese fue el segundo flechazo. El primer gran amor: el francés. Mi segundo gran amor: el catalán. Es la mezcla perfecta entre el francés y el italiano con una pizca de español. ¿Qué más se puede pedir en la vida? (Esta es mi percepción. No se me enojen los catalanes con mi interpretación de su bello idioma). El catalán lo aprendí con ayuda de Duolingo y a base de consumir cantidades ridículas del podcast de Easy Catalan, y de leer alguna que otra cosilla.
Mi amor actual es el noruego. Me enamoré de ese idioma porque me gusta cómo suena. Y porque me gustan el frío y la nieve (y hay un montón de ambas cosas en Noruega), y me flashea la historia de los "vikingos". Y otro poco, porque como ya dije, soy medio nerd. Entonces me gusta descubrir las raíces y la familiaridad de las lenguas germánicas (escandinavas específicamente). Igual también hago nerdeadas como ponerme a comparar o a encontrar las similitudes entre el noruego, sueco y danés, y con más dificultad entre el feroés y el islandés mientras miro series... Y sí, hay gente pa´todo 😅.
Por supuesto, supongo que el hecho de ser profesora de idioma, de haber crecido bilingüe, de conocer muchas lenguas extranjeras, y ser un poco nerd y muy curiosa, hacen que cada nuevo idioma que voy incorporando ocurra con más facilidad y más fluidez. Se estarán preguntando qué tienen que ver todas estas experiencias y vivencias que conté (positivas y no tanto) con un idioma. Para mí, todo tienen que ver. Un idioma no es una mera sucesión de palabras y de frases, es una historia viva que te atraviesa y te va transformando. Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.